Presidente de El Salvador Nayib Bukele arremete contra propietario del diario “La Prensa Gráfica” tras atacar a su esposa; lo llama ambicioso y corrupto

El Salvador. – El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, arremetió contra propietario del diario “La Prensa Gráfica”, José Dutriz, tras haber atacado a su esposa Gabriela Rodríguez, al tiempo que lo llamó ambicioso y corrupto, por el hecho de negarse a pagar los impuestos que por ley le corresponde efectuar.

A continuación, el texto íntegro de las palabras del mandatario salvadoreño, Bukele, dirigidas al dueño del periódico:

Sr. Dutriz (dueño de La Prensa Gráfica), hoy usted cruzó una línea que no debió cruzar…

Entiendo que se haya molestado porque exigí que pagara impuestos. Mi padre, el Dr. Armando Bukele, una mente brillante que nuestro país y mi familia perdimos hace unos meses, siempre me dijo que a un hombre embebido en la codicia podían matarle un hijo, podían tocarle a su mujer, pero jamás iba a permitir que se acercaran a su bolsillo. Usted, como hombre de codicia, jamás me perdonó que le exigiera pagar los impuestos que por ley no paga. Usted, en su burbuja de codicia, no se ha percatado que cada vez que nos ataca, nosotros subimos en las encuestas y su periódico cae en ventas. Usted no se ha percatado que sus constantes ataques viscerales han hecho que La Prensa Gráfica pierda en meses, la credibilidad que había construido en 100 años.

Entiendo que me acuse con ridiculeces, como que uso a veces la gorra para atrás. Entiendo que me ataque con mentiras y que afirme cosas que no han sido probadas en ningún lado. Entiendo que su amor por el dinero lo haga actuar de esa manera. Lo entiendo, porque a un hombre codicioso solo le importa eso. Muchas veces mis abogados me han recomendado demandarlo, por las falsedades que imprime todos los días. No lo he hecho, porque sería dedicarle tiempo y dinero que prefiero dedicárselo a mi país y a su Ciudad Capital. Pero hoy usted cruzó una línea que no debió cruzar, y en sus ataques viscerales atacó a mi esposa, mi compañera. Atacó sin motivo, y con otra falsedad al amor de mi vida.

Para usted Sr. Dutriz, tal vez el amor no es importante. No sé con qué ojos verá usted a su esposa (no me quiero meter en eso, porque no me convertiré en usted), pero los míos brillan cuando veo a la mía. Esa mujer bella, inteligente, culta, doctora en psicología prenatal, bailarina de ballet, pero, sobre todo: hermosa por dentro.

Esa mujer, Sr. Dutriz, no solo es mi esposa, es mi complemento, y yo el de ella. El que vote por mí para un cargo público sabe que ella viene en el paquete. Así somos, un equipo, desde hace 12 años, cuando nos conocimos.

Cuando creamos la Secretaría de la Cultura, ella hizo casi todo el trabajo, sin cobrar ni un centavo, sin ganar nada más que la satisfacción de hacer algo por el país y la cultura. Al final, yo di el discurso y me llevé los aplausos. Pero los aplausos no los merecía yo, sino ella.

Ahora, ella hizo casi todo el trabajo para que lanzaremos la Secretaría de la Mujer, de nuevo, sin ganar nada. Pero esta vez pensé que, al menos, ella merecía los aplausos, no yo. Así que le pedí que diera el discurso. Y ella lo dio. Y fue un discurso magnifico, puro, digno y del corazón.

Sr. Dutriz, mi esposa no tiene ninguna plaza, ni un salario, ni un título, ni un cargo en la Alcaldía. A diferencia de los familiares de quienes usted protege, que no les importa agarrar dinero del pueblo en plazas fantasmas, por trabajos que ni siquiera realizan. A diferencia de usted, que no paga impuestos, sabiendo que en nuestro pueblo hay gente que se muere de hambre.

Esta carta formalmente va dirigida a usted, pero no es para usted, usted no va a cambiar. Esta carta es para el resto del pueblo salvadoreño, que han descubierto la clase de ser humano que es usted, y que poco a poco, descubren la clase de ser humano que es Gabriela, la mujer de la cual me enamoré.

Váyase a su casa Sr. Dutriz, cuente su dinero que no pagó en impuestos. Yo iré a la mía, a ver a mi esposa con el mismo brillo con el que la veo desde hace 12 años.”

El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.

Efesios 5:28

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