
Casi 20 extremistas secuestraron cuatro aviones comerciales en la costa este y los chocaron contra las Torres gemelas en Nueva York, el Pentágono en Washington y uno más que cayó en un campo abierto en Pensilvania.
Unas 3.000 personas murieron y la historia se dividió en dos para la nación.
Hoy 21 años después, las heridas siguen abiertas para testigos y supervivientes.