
Abu Mohammed al
Golani, el líder miliciano cuya sorprendente insurgencia derrocó al presidente de Siria, Bashar Assad, ha pasado años trabajando para remodelar su imagen pública, renunciando a sus antiguos lazos con Al Qaeda y presentándose como un campeón del pluralismo y la tolerancia.
En los últimos días, la insurgencia incluso abandonó su nombre de guerra y comenzó a referirse a él por su nombre real, Ahmad al-Sharaa.
El alcance de esa transformación de extremista yihadista a constructor de un estado potencial se ve ahora a prueba.
Los insurgentes controlan la capital, Damasco, Assad ha huido y se esconde, y por primera vez después de 50 años de mano de hierro de su familia, no está claro cómo se gobernará Siria.